miércoles, 3 de julio de 2013

Lorenzo

Lorenzo era un niño de 3 años, pequeño para su edad, con los ojos grandes y castaños, un chupete marrón siempre en la boca, de esos antiguos y grandes, y, ataviado solo con un pañal, corría pasillo arriba y pasillo abajo más rápido que un galgo.

Mi primer contacto con él fue una mañana que fui a entregarle la medicación. 

Eran las 8:30 de la mañana.

Abrí la puerta de la forma más delicada posible, y me encontré a la que supuse que sería su madre despierta, acunando a su hijo entre sus brazos, con una mirada que era mezcla de ternura y dolor apabullantes.

Me quedé de piedra. No quería interrumpir un momento como aquel, pero, cuando me giré y me disponía a salir, noté como una manita me agarraba el pantalón. 

En la cama de al lado (ya que las habitaciones son compartidas) había una señora sentada, de unos 35 años, sonriendo a su hijo, que me agarraba con su diminuta manita.

El pequeño se quitó el chupete y me dijo "¿Y mis medecinas?" mientras ponía rostro de incredulidad y volvía a colocarse "el pipo".

Era Lorenzo, paciente que no llevaba yo ese día; pero eso si, desde ese momento, el pequeño conquistó mi corazón.

Ese mismo día me acerqué en los momentos en los que no tenía nada que hacer, para hablar con su madre, y que me hablase un poco de ella, de su familia, y de la dolencia del pequeño Lorenzo.

-" Somos de Jaen, tengo dos hijos más, que están con mi marido, mientras que yo estoy aquí con el pequeño de la familia. Tenemos una vida normal, yo soy limpiadora y mi marido está en paro, pero seguimos adelante, con la ayuda de mi madre".

Mientras hablábamos, Lorenzo  hacía  un "ruidillo" de succión muy gracioso con el chupete, como cuando uno tiene la boca seca y trata de que salive un poco la lengua, algo como "smash""smash""smash".

-"Lorenzo.. .Lorenzo nunca ha sido un chico sano. Enfermizo y frágil desde su nacimiento, ha sufrido desde catarros, hasta una gastritis hace 6 meses. Pero esto... esto ya es demasiado"- Se le rompió la voz, y su sonrisa se contrajo hasta un amargo puchero que no pudo disimular.

Detecté que se encontraba muy sola. Su marido tenía que cuidar de las niñas, no tenían medios para venirse, y ella llevaba todo el tiempo sola en el hospital, hablando sólo con médicos y enfermeras que cambiaban de turno y que no vería hasta la semana siguiente.

De repente, el pequeño Lorenzo se quitó el chupete, y dijo, con un hilito de voz " ya me duele la barriguitaaaaa"... se puso pálido... tremendamente pálido... se puso el chupete... y sonó frenéticamente:

"!!!!SMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASHSMASH!!!!!!"




lunes, 1 de julio de 2013

Diario de un enfermero, 4ª parte

No olvidaré nunca aquella mañana de Primero de Abril.

Uno de mis peores presagios se cumplió: mi próximo lugar de prácticas sería el Hospital Infantil, servicio de Neurología/Nefrología, aunque por lo que ví a lo largo del periodo, sería servicio "cajón de sastre", ya que había siempre alguna cama para otras especialidades.

Nada más entrar en el servicio, me percaté de que el personal, aunque fantástico, no tenía en consideración a los alumnos, ya que al ser un lugar en el que los pacientes son tan frágiles, el ganarnos la confianza del equipo era un ardua tarea.

Pero eso no implica el que no nos pudiésemos relacionar con los "pequeños pacientes".

La verdad es que esperaba que fuese un servicio en el que los niños estuviesen todo el rato llorando, y que fuera más un lugar en el que te sintieses cohibido, sobrepasado por las situaciones.

Pero los niños, niños son, y la gran mayoría eran felices. FELICES.

Lo de los padres ya era otra cosa. Crispados de los nervios, dolidos, con expresiones de dolor como si un clavo ardiendo les desgarrase el alma... espero no saber nunca lo que es sentirse así.

Así conocí al pequeño Lorenzo; su madre, de Jaen, era un encanto, aunque tenía siempre grandes ojeras marcadas por la falta de sueño y por el dolor.

Yo sabía que era un paciente de neurología, ya que las habitaciones, según tu patología, van clasificadas por colores, y el blanco de la tarjeta lo delataba.

Todavía guardo un dibujo suyo, y recuerdo el sonido de su chupete.

Sobre todo en las crisis.