jueves, 27 de junio de 2013

Ley de vida

A los pocos días recibimos una llamada de Claudia, al teléfono de la consulta:

-"No sé que hacer con él, o toma la medicación y está todo el día dormido, o no toma nada y sus aullidos son insoportables".

Y al día siguiente:

-"Necesito que alguien me ayude, no sé que hacer, esto se me va de las manos y nadie me da solución".

Y al otro:

-"No puedo más, de verdad, no puedo más. NECESITO AYUDA".

Fuimos a su casa el jueves.

Claudia nos abrió la puerta y se echó a llorar.

Sus lamentos hacían que su cuerpo se estremeciese como si fuese a romperse, y, entre jadeos, nos dijo:

-"mi padre......  mi padre se muere....... y no se como ayudarlo....¡NO SE COMO AYUDARLO!"

Y con los ojos brillantes y la cara hinchada, susurró en un tono más que siniestro, rozando la locura:

-"Pero vosotros si que podéis, ¿Verdad?-

Silencio.

-"Tenéis que poder, tenéis que poder... ¡¡¡¡¡TENÉIS QUE PODER!!!!!

Yo estaba en estado de shock, no sabía cómo abordar el tema, me sentía impotente, tenía miedo...

Y mi enfermera me dió una lección.

Abrazó a Claudia, en silencio, mientras ella enjugaba sus últimas lágrimas en si hombro.

Entonces apareció Cayetano, quejándose del ruido y del hormigueo que tenía en las piernas desde hace algunos días, que le hacía sentirse torpe.

Mi gesto cambió.

Por supuesto eso solo podía significar una cosa.

El tumor de la base de la médula se había hecho tan grande que comprimía el nervio ciático, dificultando la transmisión de impulsos cada vez más, y con un claro pronóstico de parálisis de miembros inferiores a muy corto plazo.

Así que recomendamos que lo llevase al hospital, para que le hiciesen las pruebas pertinentes y ver que podía ser.

Una semana después nos llegó una llamada de Claudia.

-"Gracias por lo que habéis hecho por mi. Cayetano murió ayer. No creía que esto fuese tan rápido- todo entre sollozos- a veces no nos damos cuenta del tesoro que tenemos con vosotros, ni el gran apoyo que nos brindáis. Y nunca nadie va a creerse que un familiar suyo va a morir. Pero ahora lo sé y os lo agradezco, de corazón."

Claudia aprendió una valiosa y dolorosa lección.

La línea entre la vida y la muerte es muy estrecha. Y de lo único que tenemos verdadera certeza es que, si nacemos, tenemos que morir algún día. Pero nadie está preparado para morir.

Y menos para ver morir a los que uno quiere.





lunes, 17 de junio de 2013

Pacto y expectativas

Esa mañana sacamos en claro que Cayetano sabía cómo tomarse la medicación, que no tenía preocupaciones por el dolor que lo acosaba, y que vivía una difícil situación en casa de su hija.

Por un lado, Cayetano era una persona amable, tranquila y pacífica, que se contentaba con leer un buen libro y con escuchar el "transistor". Pero con su edad, ya le costaba fijar la mirada y no oía demasiado bien, por lo que padecía un déficit de actividades recreativas importante, lo que lo llevaba a pasearse por la casa, entre quejidos de dolor, maldecir las punzadas en la base de la espalda, y sentarse en la hamaca, a oscuras, que era la única forma de alivio que encontraba.
También le gustaba mucho comer, pero parece ser que el destino se cebó con su pobre persona, ya que padecía de diabetes, y su hija, debido al delicado estado de salud que atravesaba Cayetano, seguía la dieta casi a rajatablas, exceptuando una natilla o dos (que este adoraba) que podía sustraer de la nevera cuando nadie se fijaba.

Otro problema era que, por los dolores de la cintura y espalda, Cayetano no podía conciliar el sueño, a pesar de la fuerte medicación que se le proporcionaba. Así que de madrugada, lo único que le consolaba era sentarse en la hamaca y quejarse poco a poco, hasta que su hija se levantaba y le daba otra "pastillita azul", que es morfina, utilizada como "rescate" cuando uno no soporta más el dolor.

Claudia no podía más con la situación, no podía dormir de noche y de día no sabía que hacer.

Y lo peor era que sus hijos habían llegado al punto de asustarse.

" Mis hijos me dicen a veces "mamá, dile que se calle, por favor" con los ojos llenos de lágrimas y tapándose los oídos."

En la segunda visita, que realizamos conjuntamente con la Unidad de Paliativos, para ajustarle la medicación, destapamos otra declaración de Claudia impactante, que siempre he supuesto que era debido a que uno no sabe actuar frente a estas situaciones.

-" Creo que mi padre tiene medicación de más"- Decía, con una expresión confusa- " así que me gustaría que se la bajasen".

-Señora- comentaba la doctora de Paliativos- ante esta clase de casos tenemos que decidir entre dos factores; ¿Usted prefiere a su padre algo adormilado por la medicación, o con algo más de dolor?

-"Yo no quiero que tenga ni dolor ni que esté adormilado"

-"Eso no puede ser, Claudia"- Dijo mi enfermera-

-"¿Cómo no va a poder ser? ¡Que la ciencia a avanzado ya mucho para que hagáis bien las cosas, por Dios!- exclamó, ya sin paciencia- pero si tuviese que elegir, prefiero que pase algo más de dolor, lo que no puedo es tener un zombie que no se cambia ni el pañal"

Se hizo el silencio.

Obviamente, Claudia estaba sobrepasada por la situación.

Le dimos las pautas que creímos oportunas, a pesar de que ella estaba en contra.

Sabíamos que no las iba a cumplir, pero no podíamos hacer otra cosa, aparte de un pequeño acuerdo al que llegamos con ella.

Cuando se dan unas recomendaciones, el que debe o no cumplirlas es el paciente.

Porque, ni somos Dioses, ni la ciencia es magia, ni, por supuesto, podemos estar en una casa 24H.

sábado, 15 de junio de 2013

Cayetano

Cayetano era un señor de ya avanzada edad, que vivía con su hija, el marido de ésta y sus dos nietos.

Era, como la mayoría de los ancianos, un hombre lo suficientemente joven como para estar en sus cabales sin casi ningún tipo de limitación, pero lo suficientemente mayor como para hacer lo que le venía en gana, sin pensar en consecuencias, y siempre con la respuesta de " para dos telediarios que me quedan, no voy a dejar de..." y cualquier tipo de cosa al final de la frase.

En el centro, teníamos constancia de que había que ir a su casa a valorarlo, y a ver qué podíamos hacer para que estuviese mejor en sus últimos días, ya que estaba activado como "cuidados paliativos", que son la clase de cuidados que se prestan a personas para que mantengan la mejor calidad de vida hasta el momento de su muerte, pero sin expectativas de cura.

Los escalones de su bloque de piso sólo permitían el paso de una persona a la vez, así que me encaminé detrás de mi enfermera hacia el tercer piso.

A medida que subíamos, el aire parecía enrarecerse más.

Tenía la nuca como una piedra, de la tensión acumulada.

Era la primera vez que me enfrentaba a un caso de estos desde lo de mi amiga de oncología.

Cada escalón que subía, hacía que retumbase en mi cabeza "Estrella" "Estrella" "Estrella" "Estrella" ......

llegamos a un descansillo, en la que contrastaban la alfombrilla del suelo con la frase de "Sean Bienvenidos" con el oscuro pasillo.

Y con la cara de Claudia, su hija, que nos abrió como muerta en vida, con dos ojeras que le llegaban casi a los pómulos y con un tono lóbrego diciendo "pasen, por favor..."

Fuimos la habitación de Cayetano.

Y nos encontramos a un anciano, sentado en una especie de hamaca, con una gentil sonrisa y unos ojos que aventuraban esperanza. Podría ser el abuelo de cualquiera de nosotros.

Se me rompió el corazón cuando su hija nos explicó que él no sabía que tenía. Le tenían dicho que le costaba andar y le dolía toda la espalda porque tenía una vértebra rota.

Y lo que tenía eran varios tumores vertebrales primarios, diseminados en estómago y probablemente, por el suave tono ictérico de su piel, en hígado.

Y nosotros, los sanitarios, si la familia ha decidido que no quieren que el paciente sepa nada, no podemos contárselo, a no ser que nos pregunte directamente él.

Y no lo hizo, en ninguna de las visitas.

Su única preocupación era que su hija le vetaba las natillas porque era diabético.

Pero es que Claudia, a pesar de lo que los médicos le dijeron, no esperaba que su padre muriese.

Ni cuando se lo dijimos nosotros.

Pero el tiempo, por desgracia, nos dio la razón.






jueves, 13 de junio de 2013

Diario de un enfermero, 3ª parte

Tras mi segundo periodo de prácticas, me adentré en un nuevo mundo que está tremendamente infravalorado.

Me enviaron a Mairena del Aljarafe, al Centro de Salud.

Como todos, yo pensaba eso de " los enfermeros del centro de salud no hacen nada" o " voy a sacar sangre y tres cosas más" o incluso " no voy a aprender nada".

En cuanto a mi madurez como profesional, allí alcancé el primer paso para convertirme en lo que hoy soy. 
Y es porque allí, el responsable de todo es uno mismo.
Pensaréis que en el hospital también.
Claro que si, pero... no con tal grado de independencia, es otro mundo.
Creo que todos esperabais más anécdotas espectaculares de hospital.  Las habrá, por supuesto.
Pero en los centros de salud he vivido muchas cosas también, muchas de ellas impresionantes.

Recuerdo cuando llegué allí. Fue un cambio totalmente inesperado.

Ya más nervioso que asustado, me asignaron a una enfermera fantástica, que me enseñó muchísimas cosas, pero, sobre todo, me enseñó a preocuparme por el otro, a escucharlo, y a actuar con decisión y con la mente fría; cosas imprescindibles para el enfermero, y para el ser humano que se precie.

Mi concepción sobre el trabajo en el lugar fue cambiando con los días, con el esfuerzo de las 8 horas sin parar que acometíamos a diario, y pasé de pensar en que iba a aburrirme, a pensar que había infravalorado (como todos) el trabajo que allí se realiza, he incluso más de un día, y entre dos, nos veíamos tan superados por el trabajo que no podíamos ni desayunar.

Uno de los cometidos más destacados de la enfermera comunitaria son las visitas domiciliarias.

Él vivía con su familia en un piso, sin ascensor, mal adaptado para sus necesidades.

Lo que antes era un rocoso cuerpo joven y adusto, pasó a ser un cuerpo delgado, frágil y quebradizo, ya que los años pasan factura.

Pero no todos tenemos una enfermedad en estado terminal, ni problemas familiares sin resolver.

Maldito cáncer, tú que tantas vidas te cobras.


martes, 11 de junio de 2013

Lágrimas y sonrisas

Corrimos escaleras abajo mientras Olga descendía con el equipo por el ascensor.

Como sería cesárea, Daniel no podía entrar, así que me quedé fuera para estar con él.

Sus ojos estaban vacíos, fruto del shock que acababa de sufrir.

Sus cejaas, más fruncidas que nunca, parecían unirse, y en su boca tenía una mueca arqueada.

Después de un rato en silencio, me empezó a hablar:

" Hasta que un día vino a verme cerrar."

"Lo curioso es que no recordaba nada de mi."

"Al día siguiente, al levantarse de su cama, le dio una punzada la rodilla, y entonces recordó vagamente que se había caído y que le habían acompañado al centro de salud y a su casa."

"Fue al centro de salud, donde le dieron una descripción física mía, pero no daba conmigo."

"Y entonces, al cabo de los días, una de sus amigas le comentó que su madre, que vivía cerca del ambulatorio la había visto con Daniel, el del bar."

" Cayó en cuenta, horrorizada, que un vulgar tabernero la había ayudado. Se sentía mal, sucia."

"Pero con el paso del tiempo, y los problemas en el seno de su familia, por la quiebra de la empresa familiar, le hicieron ver que quizás no fuese tan malo que un señor de clase baja la hubiese ayudado"

"Cada día pensaba más en mi, hasta que se decidió venir a verme".

-"¡Hola!, Tú eres Daniel, ¿verdad?"- Dijo, con algo de miedo.
-"Si, y tu Olga, la chica a la que ayudé hace unas semanas"-

El silencio se hizo durante el tiempo en que tardó en cerrar la verja.

-"¿Quieres tomar una copa?-dijo Daniel, esperanzado.
-"No estaría mal, siempre y cuando no se entere nadie.- Repuso Olga."

Una copa llevó a dos, y a tres... y a su primer beso.

Eran tan diferentes... pero a la vez tan iguales...

Rompió a llorar, destrozado.

" No se que voy a hacer si le ocurre algo a mi Olga, la quiero tanto..."

Y se abrió la puerta del paritorio.

Salió un doctor:

"La operación ha sido compleja. Tenía la tensión muy alta y ha perdido mucha sangre, a pesar del coagulador".



"Pero se recuperará, y su precioso niño también"

Un escalofrío cruzó mi espina dorsal hasta la nuca, erizándome todo el vello del cuerpo.

Fue una sensación increíble.

Daniel, se derrumbó de rodillas, con una sonrisa de oreja a oreja, y con abundantes lágrimas cayendo en cascada.

Me abrazó, y me dio las gracias.

Le dije que yo no había hecho nada.

Y me respondió que había hecho mucho más de lo que imaginaba.

Hoy día, Daniel y Olga son amigos míos, los tengo en las redes sociales, y conversamos de vez en cuando.

Me hincha de satisfacción el ver, en sus fotos, crecer a su pequeño, ya que yo también formo parte de su historia.

lunes, 10 de junio de 2013

No puedo gritar

Como ya se olía en el equipo, la noticia cayó como un jarro de agua fría sobre Olga y Daniel.
No se lo querían creer, aunque es admitían que el estado general de ella había empeorado rápidamente.

Daniel pasaba los ratos paseando por la habitación, por los pasillos, comiendose las uñas como si no hubiese mañana; y contándome su historia con Olga:

" Tras cruzarse nuestras miradas, como si del destino se tratase, a Olga se le partió un tacón, y fui corriendo a ayudarla a levantarse."

"Con voz ebria, me dijo que la dejase, que podía levantarse sola, que era un estúpido por acercarme. Todo ello con lágrimas en los ojos, casi gritando. Hizo el amago de levantarse, pero le dolía la pierna."

"En contra de su voluntad, la cogí en brazos. Su perfume embriagó mis sentidos. La llevé a cuestas al ambulatorio del centro, donde le curaron la herida de la rodilla al caer y se la vendaron."

"Me dio las gracias, y la acompañé a su casa. La dejé en el umbral."

"Estuve por pedirle su teléfono, por preguntarle su nombre o, incluso, por pedirle un vaso de agua para poder subir a su piso. Pero no lo hice".

"Cada día cerraba el bar con la esperanza de verla aparecer. Pero pasaron los días, las semanas... y no fue así. Mi alma lloraba cada noche que me iba a casa sin haberla visto."

" Pero una noche, cuando no quedaba en mi ni un rayo de esperanza..."

En ese momento, Olga hizo un sonido extraño.

Fue una mezcla entre un gemido y un intento por respirar.

Olga convulsionaba de forma violenta en su cama.

Traté de sujetarla mientras le gritaba a Daniel que corriese a por un médico.

Le aplicaron Stesolid 10 mg ( un anticonvulsivo) vía rectal, que la calmó.

Esto solo podía significar una cosa.

Ya no tenía preeclampsia.

Tenía eclampsia.

La bajaron en carrera, sedada e intubada, a paritorio.

Sería una cesárea de Urgencia.

domingo, 9 de junio de 2013

Olga

Olga tenía 29 años y provenía de una familia adinerada caída en desgracia, por lo que no se podían costear la sanidad privada. Era una chica remilgada, tranquila y con ese toque que tiene la clase alta de la sociedad; de desdén, me refiero; su cabello estaba besado por el fuego, ardía rojo, recogido siempre en una coleta pulcramente ordenada.

Su marido, sin embargo, era todo lo contrario; dueño de un bar ( del que su esposa no se enorgullecía), parecía un hombre trabajador y entregado, un manojo de nervios, con mirada de decisión y un deje de preocupación en las cejas, casi siempre fruncidas; aunque se le veía que no era su estado habitual, ya que, cuando hablabas con él, demostraba tener esas "habilidades sociales" que destacan en los taberneros andaluces.

Un día le pregunté, sorprendido, que cómo un tipo como él podía estar con una señora como aquella ( de forma más sutil, y siempre refiriéndome a carácter):

" Aún lo recuerdo como si fuese ayer; Olga era la típica chica con dinero que, ni por asomo, se habría fijado en un tipo como yo. Nunca entró en mi bar, que es más tasca que mesón, antes de que nos conociésemos,  y nunca lo habría hecho."

"Recuerdo la primera vez que la vi. Estaba cerrando el bar cuando pasó por delante de él. Su rostro, blanco y suave como el algodón, acompañado de su pelo rojo... y esos ojos verde claros... me dejaron sin aliento.
Nuestra mirada se cruzó un instante. Desde entonces la amo más que a nadie en este mundo."

Nunca he visto un hombre más enamorado que Daniel por Olga. Me lo contaba todo con tanta pasión, con tanto cariño... con ese brillo en los ojos... 

Quería que siguiese contándome, pero los quehaceres de la planta me reclamaban, y dejamos la conversación para más adelante.

Al poco tiempo, Olga llamó por el telefonillo a el control, porque se encontraba mal.

Fuimos a la habitación.

Nos contó que veía puntos negros en movimiento, como si fuesen moscas, que la cabeza le iba a estallar y que le dolía la nuca.

Le tomé la tensión. 200/120 mmHg.

Una bestialidad, cuando a partir de 140/90 mmHg ya es alta.

Corriendo le administramos dos pastillas de adalat ( un antihipertensivo), una sublingual y otro oral.

Volvimos al control, donde el doctor estaba esperándonos para decirnos los resultados de la prueba de proteinuria de Olga, para ver que actuación tomábamos en conjunto.

Tenía casi 6g/ 24H.

Era preeclampsia grave, lo cual solo daba una solución:

La cesárea sería programada para 2 días después.


sábado, 8 de junio de 2013

Diario de un enfermero, 2ª parte, 3º Capítulo

Para terminar de contaros mis andanzas por patología del embarazo, hablaré de un caso más.

A finales del periodo de prácticas, cuando me quedaba un mes más o menos, ingresó un caso muy común de patología del embarazo; una paciente con la TA bastante alta y con la proteinuria por las nubes (proteínas en orina).

Estos dos factores dan como resultado una peligrosa enfermedad:

La preeclampsia.

Esa mañana, pasé a hacerle la valoración enfermera, y no tenía nada extraño, tan solo el diagnóstico de preeclampsia, así que le dejé un bote grande, en el que tenía que orinar durante todo el día para ver el nivel de proteínas que desechaba, y poder determinar de que grado era la misma.

Era la típica mujer que encajaba en el perfil de la enfermedad; joven, primer embarazo,35 semanas de gestación, edemas en los pies...

Y la pobre andaba bastante preocupada por ello, había leido por internet lo que la enfermedad podía acarrear y en lo que podía evolucionar.

Yo le dije que no le diese mucha importancia, que era una enfermedad común en la embarazada, y que antes de que evolucionase se inducía el parto, o se hacía una cesárea.

Esto último la horrorizó todavía más.

Pero es lo que solía hacer.

Lo que yo no sabía era la mala suerte que iba a tener. Ya había visto esa enfermedad durante más de tres meses, y no era más que un poco de hipertensión.

O eso creía yo.


jueves, 6 de junio de 2013

Entrada especial 1000 visitas!

Llovía a cántaros.

Caían chuzos de punta.

Eva se dirigía al trabajo

Era demasiado temprano para ser de día, demasiado tarde para ser de noche.

El limpiaparabrisas estaba trabajando a destajo, pero no podía con el mar que se formaba en la luna.

Iba tarde, apenas se había peinado.

Cogió un segundo el bolso, para buscar una cajetilla de LM y fumarse un cigarrillo, que la relajaría.


¡CRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASH!


A las 8:00 entró por la puerta de urgencias.

Eva, mujer de 38 años, colisión frontal por salida del arcén. Estado crítico.

Su novio, Dario, se enteró a mediados de mañana.

Como una exhalación, entró en la UCI de trauma, con el rostro desencajado

"¿Cómo está mi Eva?"

La respuesta no fue muy alentadora.

Su rostro era un amasijo de cortes y rasguños, por no decir que estaba tan hinchada como un pez globo.

Pasaron dos días, y no mejoraba.

El problema era que no sabían porqué tenía taquicardias, ni porqué de la dificultad respiratoria.

Pensaron en síndrome de aplastamiento... pero lo descartaron muy pronto. Ya habían pasado más de 2 días.

Entonces se nos ocurrió que podría ser que la señora fuese alcohólica, o drogodependiente, y fuese el mono.

Darío lo negaba. No nos dejaba administrar el tratamiento. Pero conseguimos apoyo por parte de la madre.

Tras administrar el tratamiento, Eva mejoró.

Dario estaba hecho polvo, no se creía que Eva nunca le hubiese hablado de sus problemas con el alcohol.

Alarmas.

Parada. Fibrilación auricular. RCP. 30/2 30/2. DESCARGA.

Estaba de vuelta. Le achacaron la culpa al tratamiento para el alcoholismo...

Pero y si... ¿Eva estaba tomando antidepresivos?

"Por Dios, ¿me ponen a mi novia de borracha y, ahora, de depresiva?"

Conseguimos de nuevo apoyo por parte de la madre, para el tratamiento.

De nuevo mejoró.

Pasaban los días, y llegó el momento de retirar la sedación.

Eva despertó.

" Eva, mi vida, estás bien"-dijo Darío, y fue a besarla.

Eva le apartó el rostro, y lo miró con horror.

Empezó a moverse como una fiera, y hubo que sedarla de nuevo.

Darío lloraba y lloraba. No sabía que ocurría. Eran felices, buscaban un hijo...

Eva volvió a pararse esa noche.

Taquicardia ventricular sin pulso. RCP. 30/2 30/2. DESCARGA. 30/2 30/2. DESCARGA.

Esta vez costó más.

Y entonces un haz de luz me iluminó.

La señira había abortado recientemente, o en una clínica clandestina o sola.

Tenía una sepsis por mal legrado.

Darío se fue.

Era ya más de lo que podía soportar.

Pero cuando llegaba a la puerta, se arrepintió, y volvió corriendo a la habitación.

La madre de Eva estaba llorando.

Dando lamentos.

Gritando.

Había muchos doctores.

Dario se derrumbó sobre sus rodillas.

Pero parecía que Eva estaba bien... ¡Estaba despierta!

Pero entonces que...

"Lo sentimos mucho"

Darío no entendía

"Hubo un fallo de identificación".

"Que me están..."

"Estaba tan deformada que no la reconocimos, pero nos lo ha dicho ahora"

"Nunca se duda de las identificaciones que vienen dadas desde la ambulancia"

"Esta chica no es Eva... es la conductora del otro coche accidentado"

Llevaba 5 días enterrada



miércoles, 5 de junio de 2013

Gotas de rocío

Regueros de sangre corrían entre los muslos de Flora.
Finas líneas de tinta roja que dibujaban en ellas dolor y desesperación.
Su mirada era una mezcla entre pánico, confusión y enfado.
Se mordía la lengua.

A pesar del corticoesteroide que se administra para acelerar la madurez pulmonar... nunca un bebé prematuro ha sobrevivido a menos de 25 semanas de gestación.
Y no llegaba a la 20.

Las contracciones seguían.
Cada 10 minutos...

cada 8...

cada 6...

Y... al final desaparecieron.

El alivio en la sala era palpable.
Pero no para mi, ni para Flora.
Estábamos asustados.
Le había faltado muy poco.

Le recetaron que el resto de embarazo tenía que estar en reposo absoluto, algo que no soportaba.
Pero así siguió la semana 20.
Poco a poco iba recuperando el buen humor, y agradecía el seguir adelante con ello.

Pero, casi sin esperarlo...

Cumplía ese día la semana 21.

Yo subí a la planta, y cuando estaba tomando las tensiones...

Escuché uno de los más horripilantes gritos que jamás he oído.

Corriendo, llegamos varios a la habitación de Flora.

La visión general de la habitación era que no había nadie allí... a no ser...

Abrí muy despacio la puerta del baño.

La sangre se filtraba por debajo de la puerta.

Allí, Flora, tenía lo que parecía un cuerpo ensangrentado en las manos.

Al ir al baño a orinar, desatendiendo a nuestro consejo de reposo total, Flora había abortado.

Su bebé, a medio formar, había caído en el inodoro, y, aunque no podría haber sobrevivido igualmente por la falta de madurez pulmonar, habría fallecido por el impacto.

Nunca volví a saber de Flora.

Sólo recuerdo que sus lágrimas parecían gotas de rocío que resbalaban por sus mejillas.


martes, 4 de junio de 2013

Dolor, tanto en el alma... como en lo físico

Flora llegó a la semana 19 con un pequeño cambio de actitud con respecto a su humor.
Llevaba veinte días ingresada, casi sin salir de su habitación; se encontraba algo irritable, y el gesto simpático que la caracterizaba desapareció por completo, por no decir nada de su innegable buen humor, que era ahora el de un ogro que no comía en meses.

Pero, como dicta el credo de nuestro profesión, yo la comprendía. O, al menos, lo intentaba.
Le daba palabras de ánimo, pasaba bastante rato con ella, y si necesitaba cualquier cosa, allí estaba yo para proporcionársela.

Una mañana, cuando llegué a las 7:50 a la planta, y tras mi redada en busca de las tensiones de la mañana, oí cierto revuelo que provenía de su habitación; en el control me comentaron que Flora tenía visita.

Como una exhalación, ví salir, voz en grito, a una chica de unos 30 años de la habitación. Me acerqué para preguntarle a Flora que había ocurrido.

"Era mi hermana"- me dijo, con la cara roja de la discusión.

"¡Ah, que bien!"-le comenté-"¿Pero entonces porqué discutíais, después de tanto sin veros?"

"Solo venía porque este mes no había pagado la cuota del centro de mi madre".

La verdad es que en ese momento no supe como reaccionar, se me cayeron los palos del sombrajo.

Así que la abracé.

Y ella gritó.

Me asusté mucho, le pregunté que qué ocurría, y que lo sentía mucho si le había hecho daño.

"¡Calla! ¡tengo contracciones!"

Era una noticia horrible.

Corriendo, llamé al tocólogo (médico especializado en útero lleno, a diferencia del ginecólogo que es de útero vacío), y le intentaron retener el parto, ya que hasta varias semanas después, no tendría la maduración pulmonar completa, lo cual significaba que parir en ese momento...

Significaría la muerte de su niña, por la que estaba luchando tanto.

lunes, 3 de junio de 2013

Flora

Flora ( apodada así por la diosa romana de la primavera y el nacimiento), era un chica de 35 años, y, como dije anteriormente, se quedó en cinta por inseminación artificial.

Su vida no había sido un camino de rosas, había sido más bien un camino de espinas;

Desde pequeña, tuvo que lidiar con la difícil situación que tenía en su casa; su padre, alcohólico, abandonó el hogar cuando tan solo tenía 10 años de edad, y su madre cayó en una depresión, con evolución de pensamiento paranoide y consecuente esquizofrenia. También tenía dos hermanas menores que ella, de las que se encargó hasta que las tres abandonaron el domicilio familiar; la relación con su madre se fue deteriorando, debido a que no sabían como tratarla, lo cual provocó múltiples conflictos entre las tres, hasta el punto de que Flora no le había dicho a ninguna que estaba embarazada.
Llevaron a su madre a una "casa-hogar" que pagaban en convenio las tres, aunque llevaban años sin hablarse.

Flora estudió derecho, y es un reputada abogada de un bufete sevillano, especializado en derecho fiscal.

Pero llegado a este momento de su vida, soltera, con 35 años, y casi que sin familia, decidió quedarse embarazada, pero, ¿Cómo?

Pues con la inseminación artificial.

Flora me comentaba que era la tercera vez que se inseminaba en los últimos meses.

Parecía que le daba vergüenza contármelo, y ponía como excusa (que yo no le pedía):

"Manuel, tengo mucho amor que dar, y he llegado a un momento de mi vida que me da igual lo que piensen los demás"- siendo paradójico que se pusiese colorada al decirlo- " se que es una locura, y que incluso mi puesto de trabajo peligra, pero necesitaba algo como esto."

Le pregunté un poco por sus recuerdos de familia, por su padre, para detectar sus preocupaciones por el hecho de ser madre soltera.

"Mi padre pegaba a mi madre, entiendo que se haya vuelto loca. No necesito a mi lado un hombre que vaya a hacer daño a mi bebé, ni a mi. No me preocupa criarla sola."

Ese mismo día tuvo una ecografía vaginal y un ultrasonido.

En la semana 18 ( tras dos semanas de ingreso) llegó radiante a la habitación.

Había tenido una ecografía vaginal y un ultrasonido.

"¡Manuel, va a ser niña!" me dijo.

Tan radiante y con ese brillo de ilusión en sus ojos.

Y con esa característico gesto maternal en el que una futura mamá rodea su abdomen con las manos.

Pobre. A partir de ahí fue todo de mal en peor.

domingo, 2 de junio de 2013

Diario de un enfermero, 2ª parte, 2º capítulo

Otra de las experiencias que viví en ese habítáculo denominado "patología del embarazo" ocurrió de forma semi-simultánea al periodo de Dana.

Era una mañana tranquila en el servicio, y yo, ya adaptado a la dinámica de trabajo del mismo, estaba con los quehaceres de la mañana.

Tras el desayuno, me dijeron que había ingresado una nueva paciente, a la cual me dirigí para realizar la valoración enfermera. que se centra en la persona de manera holística, acaparando los factores de los hábitos (tanto saludables como no saludables), alergias, autoconcepto e incluso creencias, para saber como actuar ante una persona y cumplir sus preferencias, y para establecer un plan de cuidados acorde a sus necesidades integrales.

Le hice las preguntas pertinentes para saber todo de ella:

No alergias medicamentosas

No alcohol, tabaco o drogas

No úlceras, ni desequilibrio alimenticio

No problemas de estreñimiento ni urinarios

No problemas para dormir

No problemas de autoconcepto, ni de ansiedad

Embarazada de 4 meses

No valores ni creencias especiales (cristiana no practicante)

Entonces le pregunté que, si todo estaba bien, cual era el problema.

Me dijo que era una inseminación artificial, y que la diagnosticaron de amenaza de parto prematuro.

Ese día poco más pude tratar con ella, pero debido a su carácter grácil y agradable, pasé mucho tiempo con ella, e hice cierta amistad, ya que era de las pocas pacientes que miraban el futuro con optimismo en vez de forma negativa.

Y más teniendo a Dana en una de las habitaciones siguientes, lo cual era un alivio y una vía de escape para seguir adelante.

Pero, desgraciadamente, el optimismo, aunque es una buena forma de llevar la vida, no lo soluciona todo.

Y este es uno de esos casos.