lunes, 20 de mayo de 2013

Diario de un Enfermero

Cuatro años después, y a punto de finalizar mi periodo de "obligada formación", aún recuerdo la primera tarde en el servicio de oncología.

Era un chico de 18 años recién cumplidos, y sentía una mezcla entre miedo, pánico y pavor. Llovía a mares.
El lúgubre pasillo se extendía frente a mi sin tratar de parecer tan oscuro como realmente era, pero aún así, se me puso la piel de gallina.

Entré en el control, y me presenté como el nuevo alumno en prácticas que pasaría cuatro días con ellos, y, casi sin molestarse en mirarme, me dijeron unos nombres que olvidé en el acto, además de asegurarme de forma sarcástica que había tenido mala suerte de empezar el día en el que quién me tutorizaría no estaba.

Esa tarde, tras convertirme en la sombra de la insípida y sebosa encargada, me dí cuenta de que no tenía nada que temer; egoísta por mi parte, los frágiles y pálidos cuerpos que moraban las habitaciones eran, sin duda alguna, los únicos que tenían que mucho que perder, y no yo. Aunque mirarse al ombligo en los comienzos es algo de obligado cumplimiento.

Recuerdo cuando, con la mente en blanco, entré en su habitación; inconsciente de mi, la intenté contagiar de mi juvenil alegría, mientras con la fría aguja y la jeringa le sacaba sangre, y escuché algo peor que todos los gemidos de sufrimiento que resuenan en mi cabeza tras casi cuatro años de trabajo: el sonido de una carcajada, amplia y sincera, pero con un trasfondo de horror y amargor. Aún la oigo a veces, con su pijama desgastado por los múltiples lavados y su bella sonrisa.
La llamaré Estrella, por el brillo de sus ojos al hablar, y porque, en ese horror de lugar fue, para mi y mis comienzos, como la brillante luz que surca el cielo en el negro espacio, o, en este caso, como la sonrisa que iluminó mi vida durante esos cuatro días tan intensos, los cuales recordaré siempre, con dolor y cariño, pero sobre todo con una inmensa gratitud hacía su persona, que al final de su vida y sufrimiento, supo darme una oportunidad: 

La oportunidad de ser mejor persona.


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